martes, 2 de marzo de 2010

La reforma que viene

Mientras todo el mundo habla de las pensiones, se están negociando las líneas maestras de la nueva reforma laboral. Todavía no se han escrito sus líneas precisas, pero el Gobierno nos dejó un documento que los sindicatos CCOO-UGT y la patronal CEOE vieron como un buen punto de partida.
El Gobernador del Banco de España, M. A. Fernández Ordóñez, llevaba tiempo empeñado en convencernos de que es necesaria una reforma laboral para salir de la crisis. En la misma línea, el “Manifiesto de los 100”, defiende un nuevo tipo de contrato laboral que abarate el despido.
Poco importa que los mil y un análisis que se han hecho sobre los orígenes de la crisis nos den una respuesta contundente: la crisis la provocaron las ansias de enriquecimiento rápido, la especulación y la falta de controles gubernamentales, tanto a nivel nacional como internacional.
Da igual que los análisis de la situación española, de forma especial en la franja mediterránea, sean unánimes en la denuncia de la desequilibrada estructura productiva, con un sector inmobiliario sobredimensionado y una banca que ha apoyado aventuras, en la construcción y las infraestructuras, difícilmente explicables y ahora, por lo que ellos mismos dicen, imposibles de amortizar.
La crisis no vino motivada por las “rígidas” relaciones laborales pero, una vez más, las rentas del capital quieren aprovecharla para privilegiar aún más su posición frente a las del trabajo, que son las que están sufriendo las consecuencias de tanto desmán. Mientras, el capital espera tiempos mejores, retirado en sus dorados paraísos o especulando e invirtiendo, a altos intereses, en la deuda pública de seguro cobro, que están generando los Estados.
A Fernández Ordóñez y los cien economistas del Manifiesto, se les unen las organizaciones patronales, como si la el actual mercado laboral les hubiera impedido saldar el año 2009 con 815.000 personas asalariadas menos. Menos mal, que es rígido…
La verdad es que resultaría cómico, si no hubiera tanto sufrimiento detrás, que los “mejores economistas del país” fueran incapaces de prever el cataclismo económico y social que se nos venía encima y ahora se atrevan a vaticinar el tiempo que, con una reforma laboral adecuada, ahorraríamos en recuperar el empleo. Calculan estos sabios del FEDEA (dependiente de poderosas corporaciones empresariales y bancarias españolas) que la recuperación del empleo tardaría sólo seis años y medio, con reforma laboral y que, sin ella, tardaríamos diez años.
El pretexto de la pretendida reforma, es la dualización del mercado laboral entre los contratos fijos, muy caros de rescindir y los temporales, que son los que están pagando las consecuencias. Se otorga el carácter de privilegiadas a las personas con contrato fijo frente a quienes sufren la temporalidad y, de paso, se les culpabiliza junto al personal funcionario, desviando la atención de quienes ni se sonrojan ni se arrepienten.
Nunca se vio tanta preocupación por la temporalidad, por parte de quien se aprovecha de ella. Como si la culpa no fuera de quien contrata y de cómo lo hace. De las sucesivas reformas laborales que han multiplicado las posibilidades de contratos basura. De la excesiva manga ancha con que se controlan (o más bien no se controlan) los contratos temporales que ocupan puestos de trabajo permanentes. De la poca justificación que necesita un despido para ser firme, ya que pagando la indemnización se resuelve.
Se está pidiendo un modelo único de contrato laboral, indefinido y con un menor coste del despido, a través de distintas fórmulas. Además, se pretenden desjudicializar los despidos, aumentando si cabe, la indefensión ante ellos. Se demanda individualizar las relaciones colectivas, empresa a empresa, dejando así a quienes tienen poca capacidad organizativa y reivindicativa sin el escudo que suponen los convenios colectivos sectoriales y territoriales.
Como lo hace redundantemente, la patronal defiende disminuir su parte de las cotizaciones sociales, esto es, disminuir las posibilidades de protección a quienes la necesiten. Es lo que se debe esperar de una patronal que es capaz de echarle la culpa del desempleo, por boca del presidente de la comisión económica de la CEOE, J. Luís Feito, a los altos salarios españoles.
El Fondo Monetario Internacional también apunta hacia nuestros altos salarios, demandando su rebaja para salir de la crisis. No está mal considerando que la media española es de 21.500 euros anuales frente a los 27.036 de la media UE. En el Reino Unido, con 46.000 euros de salario medio, deberían estar al borde del colapso laboral, pero no, resulta que acaban de salir de la recesión.
De momento, el Gobierno tiene un discurso contrario a la definición de un nuevo tipo de contrato, con propuestas muy generales e inconcretas. Algunas van en la línea de reforzar tipos de contratos ya existentes como el de formación y el de fomento.
Los últimos anuncios y renuncios del Gobierno con el tema de las pensiones y la edad de jubilación o los recortes previstos del gasto público, que aún pueden ser mayores, -según aseguraba en Londres J. Manuel Campa, Secretario de Estado de Economía, para convencer a quienes están especulando con la deuda española- nos descubren a un J. L. Rodríguez Zapatero que, lejos de posicionarse por la preservación de derechos laborales y sociales y de invertir en la reorientación de la economía, pareciera que está optando, en los últimas semanas, por plegarse a las condiciones que se le imponen desde el gran capital y el mercado.
En eso Mariano Rajoy tiene ventaja. Él no tiene dudas sobre lo que haría, en caso de llegar al Gobierno, ni ve la necesidad de explicarnos sus propuestas. Simplemente repetiría los dictados de quienes mandan en los mercados, como abaratar el coste del despido o congelar los salarios, pero desde el principio y sin complejos.
Con estos mimbres, junto a la experiencia de las anteriores reformas laborales, no cabe esperar que la próxima pueda mejorar la situación para las personas trabajadoras.
Aunque el rápido acuerdo en materia de negociación colectiva no anime, esperemos que CCOO y UGT, en su negociación con la patronal no caigan, una vez más, en el error de dar por bueno el principio liberal de que la economía va bien si la Bolsa va bien y se multiplican los beneficios de los inversores.
La Economía irá bien si da respuestas a todas las necesidades sociales de la población, aunque eso no haga rica a ninguna persona. Pero claro, esto puede sonar a subversivo antisistema…

Toni Carrasco

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