lunes, 1 de junio de 2009

Europa, mejor sueño que triste realidad. Toni Carrasco, secretariado STERM-Intersindical

En el imaginario de las personas trabajadoras, en el Estado español, Europa se veía como un espacio donde se respetaban los derechos, tanto los estrictamente laborales como el conjunto de derechos sociales. Igualmente se nos ofrecía como imagen de la participación democrática y de los derechos civiles.
En los años que llevamos formalmente adscritos a la UE, esa edulcorada visión se nos ha ido viniendo abajo. El Tratado de Maastricht ya configuraba una concepción más puramente mercantilista de la Unión, con mucho hincapié en los límites presupuestarios de los Estados miembros y poco (muy poco) en la Europa social y democrática.

En los últimos años se ha consolidado el objetivo de liberalización económica, de Europa como ámbito de libre competencia, para el conjunto de Gobiernos de la UE. Aquellas personas que soñábamos con un espacio de respeto de los derechos humanos, de reparto de riquezas, de participación activa de la ciudadanía, hemos ido cayendo, poco a poco, en una realidad que, como mínimo, nos parece desalentadora.

No somos tan ilusos como para creer que en Europa 'se atan los perros con longaniza', aunque siempre hubo quien creyó que nada más bajar del tren en Alemania te ibas encontrando los marcos (antigua moneda teutona) por el suelo. Europa es un espacio donde las ideas progresistas y reaccionarias siguen pugnando entre ellas. No es el paraíso, pero tampoco es la fuente de todos los males que en forma de tratados y directivas, imponen a los estados miembros de la UE sus caprichos.
Ni quienes cuestionan la Unión Europea, ni quienes ven en ella el futuro pueden atribuirle la generación de sus políticas. Demasiados Gobiernos se escudan en las decisiones de la UE para justificar la deriva de las propias legislaciones nacionales. La Unión Europea es lo que deciden todos y cada uno de los Estados que la componen y si se ha convertido en un elemento activo del proceso de globalización económica liberal es porque así lo quieren sus miembros.

Lo mismo se puede decir de su organización y del carácter poco democrático de su funcionamiento y de sus procesos de toma de decisiones. No hay una fuente en Bruselas de la que manan las decisiones. Son los distintos Gobiernos europeos los que quieren que así sea, por mucho que a veces, no les gusten determinadas resoluciones. El 'Gobierno Europeo', la Comisión, de donde surgen todas las propuestas, ni es elegido ni responde ante la población europea, pero sí está acordado por sus Gobiernos.
Muchas de las ideas que nos vienen de ella, como la última de modificar, a peor, las condiciones de jubilación, son iniciativas que en los últimos años se han intentado plasmar, aunque por fortuna algunas se vieron paralizadas o matizadas, y que nos hacen mirar con recelo hacia la UE:
La 'directiva Bolkestein', con la que se quería liberalizar los servicios, manteniendo las condiciones laborales, los requisitos de calidad y las exigencias medioambientales del país donde se ubicaba la empresa, pero no los del lugar donde debían prestarse los servicios.

La 'directiva de la vergüenza' (esta sí aprobada como Directiva de Retorno) que criminaliza a las personas inmigrantes, alargando el periodo de detención, con un alto grado de deshumanización y de opacidad en los procesos de internamiento y expulsión, negándoles la posibilidad de ser sujetos de derechos, de ser personas.

La directiva sobre la jornada laboral, que pretendía alargarla hasta las 60 (65 en algunos casos) horas semanales.

Todas estas propuestas surgidas de la Comisión nos dibujan una Unión Europea poco amable, más bien al contrario, amenazadora.

Para detener este extraño viaje, hemos de participar activamente en la configuración de nuestro futuro que, según parece, será europeo al mismo tiempo que murciano. No podemos dejar como imposible nuestra capacidad para influir en las decisiones que se tomen en Bruselas, por lejos y difícil que nos parezca.

En estas elecciones europeas es la hora de que nos digan con claridad, quienes se presentan, cuál es el modelo de Unión Europea que defienden: Un modelo social, sostenible, igualitario y democrático, donde se generalicen los derechos o un modelo liberal, discriminatorio, depredador y autoritario, donde aumenten las desigualdades.
El Parlamento Europeo no puede convertirse en el retiro político dorado (mucho sueldo y poco trabajo) de personas que dejan hacer a los burócratas y a los distintos intereses económicos, sino en el altavoz de quienes consideramos que se debe defender, a capa y espada, la Europa con la que soñábamos.

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